



Cocina, salón y comedor se comunican a través de una galería acristalada con los dormitorios.
Los altísimos techos se traducen en gigantescos ventanales y mucha luminosidad. Unas cortinas la tamizan cuando es necesario evitar el exceso de luz.
En el comedor se aprecia la cristalera que da acceso al exterior, que se ha interpretado como una extensión del interior. Así pues, el salón se prolonga de dentro hacia fuera.
En el exterior, bajo el porche, se mantiene el mismo concepto: sofás blancos muy funcionales y detalles en colores vivos. Las tapicerías debían ser prácticas, por lo que las del interior son unas fundas lavables de quita y pon, para garantizar siempre el blanco impoluto, mientras que fuera están tapizadas en material sintético para aguantar los embates de la intemperie.
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